Aquí os dejo la última parte de mi estudio de cómo montártelo por tu cuenta espero que os haya gustado.
¿Vives para trabajar o trabajas para
vivir?
Para las personas emprendedoras no hay límites entre
lo profesional y lo personal. No porque sean unos “adictos al trabajo” o unos
masoquistas sino porque se dedican a algo que les apasiona. Meten muchas horas,
personas de su alrededor no comprenden el por qué de tanta entrega. Pero ellos
y ellas insisten en que no hay mayor recompensa que hacer lo que les gusta y
poder ganarse la vida con ello.
Claro que semejante actitud es incomprensible para
quienes entienden el trabajo exclusivamente como una fuente de ingresos. No les
entra en la cabeza que alguien pueda mezclar tan alegremente su tiempo personal
y su trabajo ni, mucho menos, concebir su actividad profesional como una opción
de vida. Piensan que algo así es propio de personas adictas al trabajo,
obsesionadas por el dinero y el éxito profesional. Nada más lejos de la
realidad.
El grado de implicación de las personas emprendedoras
suele ser tal que se obsesionan y pierden la perspectiva. Abandonan sus
aficiones. Dejan de quedar con amigos…
Las personas emprendedoras se entregan en cuerpo y
alma a su proyecto y este les da tantas satisfacciones personales que llega un
momento en que no tienen espacio en sus vidas para nada más. Cuando programan
sus vacaciones siempre aprovechan para “darse una vuelta” por algún evento
relacionado con su trabajo y ponerse al día de las novedades de su sector. Y
sus salidas de fiesta se parecen cada vez más a cenas de negocios porque,
además, tienen tendencia a hacerse amigos como ellos de modo que cuando se
emborrachan, sólo hablan de trabajo. El gran reto es no dejarse arrastrar por
las dinámicas del día a día y no caer en la auto-explotación. Porque cuando se
entrega tanto a lo que hace, el tiempo pasa muy deprisa. Es fácil perder el
control, mirar atrás y darte cuenta de que, por ejemplo, llevas un par de años
sin tomar vacaciones. Por eso es importante parar de vez en cuando y preguntarse
“¿esto sigue siendo lo que quiero hace con mi vida?”.
En esa situación, tener pareja se convierte en una
misión casi imposible. Las personas emprendedoras nunca están disponibles o
tiene unos horarios extraños. Generalmente, los mayores desequilibrios se dan
al principio. Poner a funcionar un negocio requiere mucha energía y dedicación
y en los primeros años, es habitual entregarse sin medida. Pero con el tiempo,
la mayoría toman conciencia de la necesidad de bajar el ritmo y poner un poco
de orden en sus vidas.
Aprender a desconectar es imprescindible, es una
cuestión de salud mental. Y para conseguir mantener el equilibrio hay tres
reglas de oro que toda persona emprendedora debe conocer:
1. Fijarse unos horarios y, por mucho trabajo que haya,
cumplirlos. Decir adiós a las sesiones de trabajo olímpicas. Y, por supuesto,
tomar vacaciones.
2. No tener la oficina en la casa. Esta es una de las
causas más habituales de desequilibrio entre la vida personal y la profesional
porque, al no cambiar de ambiente, se pierde el control del tiempo que se
dedica a trabajar.
3. Aceptar que no pasa nada por no estar siempre
localizables. La empresa no se va a hundir por desconectar el móvil el fin de
semana o no tener Internet en casa.
Problemas del día a día
No es posible plantearse emprender si no se está
dispuesto a asumir riesgos. Para un emprendedor lo cotidiano se vuelve
peligroso y la incertidumbre sobrevuela sin tregua, hay días malos, muy malos,
y aún peores, también hay algún día bueno.
Al estar al frente de un negocio surgen problemas de
todo tipo que pueden llegar a quitar años de vida al individuo.
-
Estrés: Hace volverse
inestable, con una personalidad cada vez más obsesiva.
-
Problemas en el peor
momento: La ley de Murphy, siempre sale algo mal en el peor momento.
-
Enfermar no es una
opción válida.
-
Inseguridades acerca
del negocio.
-
Gastronomía autónoma:
Comer lo que se pille de por medio sin tiempo ni ganas de llevar una dieta
equilibrada.
-
La creencia de que uno
mismo es el único que sabe hacer las cosas bien y la incapacidad de delegar
tareas.
-
Hay que estar localizable
las 24 horas los 365 días
-
Hay momentos en los que
existe cierta pérdida de la ilusión por lo que se está haciendo ya que a veces
la realidad no cumple las expectativas generadas en la cabeza.
-
Hay cierta gente que
enfoca tanto su vida al trabajo que hace de todas sus conversaciones
monotemáticas en torno a dicho tema.
-
La vida en pareja puede
verse realmente afectada por la importancia que adquiere el negocio en la
escala de valores de un emprendedor.
¿Por qué empezar?, ¿Qué tiene de
bueno?
Después de haber hablado de todos los inconvenientes
que tiene el emprender, como el de aceptar niveles tan altos de estrés,
sacrificio, preocupaciones, problemas, incertidumbre, dificultades, nervios,
trabajo y dedicación constantes. Es licito preguntarse qué puede llevar al
individuo a emprender, lo cierto es que parece un enigma inexplicable, pero
quien lo ha probado no sólo no se arrepiente, sino que se lo recomienda a los
demás.
Por encima de todo, a las personas emprendedoras les
mueve la satisfacción de autorrealizarse y sentirse dueñas de su propia vida.
Para ellas, la mayor libertad consiste en no tener que dar explicaciones a
nadie y que el éxito o el fracaso se lo deban solo a sí mismas. Hablan de sus
proyectos como si estuvieran enamoradas y solo llevarlos a cabo ya es una
recompensa. Reconocen que la ilusión es importante pero que no hay que pecar de
ilusos, el camino es largo y duro. Y, aunque no lo admitan, la mayoría tienen
su buena dosis de locura y masoquismo. Una especie de impulso interior que les
lleva a lanzarse a la aventura una y otra vez. Es arriesgado y emocionante como
la propia vida, hay que superar las inseguridades para luego sentirse bien
consigo mismo.